sábado, 18 de agosto de 2012

REDEMPTORIS MISSIO

Vamos a ir viendo, poco a poco, qué nos va diciendo el Magisterio acerca de la misión, esperamos que os pueda servir de ayuda!!!


REDEMPTORIS MISSIO

CARTA ENCICLICA DEL SUMO PONTIFICE
JUAN PABLO II
SOBRE LA MISION DEL REDENTOR

Venerables Hermanos,
Amadísimos Hijos e Hijos:
Salud y bendición Apostólica 

45. Al hacerse en unión con toda la comunidad eclesial, el anuncio nunca es un hecho personal. El misionero está presente y actúa en virtud de un mandato recibido y, aunque se encuentre solo, está unido por vínculos invisibles, pero profundos, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia. Los oyentes, pronto o más tarde, vislumbran a través de él la comunidad que lo ha enviado y lo sostiene.

El anuncio está animado por la fe, que suscita entusiasmo y fervor en el misionero. Como ya se ha dicho, los Hechos de los Apóstoles expresan esta actitud con la palabra parresía, que significa hablar con franqueza y valentía; este término se encuentra también en san Pablo: «Confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas» (1 Tes 2, 2). «Orando ... también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas, y pueda hablar de él valientemente como conviene» (Ef 6, 19-20).

Al anunciar a Cristo a los no cristianos, el misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza, de modo que el misionero no se desalienta ni desiste de su testimonio, incluso cuando es llamado a manifestar su fe en un ambiente hostil o indiferente. Sabe que el Espíritu del Padre habla en él (cf. Mt 10, 17-20; Lc 12, 11-12) y puede repetir con los Apóstoles: «Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo» (Hch 5, 32). Sabe que no anuncia una verdad humana, sino la «Palabra de Dios», la cual tiene una fuerza intrínseca y misteriosa (cf. Rom 1, 16).

La prueba suprema es el don de la vida, hasta aceptar la muerte para testimoniar la fe en Jesucristo. Como siempre en la historia cristiana, los «mártires», es decir, los testigos, son numerosos e indispensables para el camino del Evangelio. También en nuestra época hay muchos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, así como laicos; a veces héroes desconocidos que dan la vida como testimonio de la fe. Ellos son los anunciadores y los testigos por excelencia. 

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