lunes, 21 de enero de 2013

...a los niños con motivo de la Infancia Misionera.


Carta de D. Ciriaco, Obispo de Albacete, a los niños con motivo de la Infancia Misionera.

Queridos amigos:
En vísperas de Navidad, ¿recordáis?, se lanzaba la Campaña de Sembradores de Estrellas, de la que son protagonistas los niños. Porque los niños están empeñados en poner luz donde hay oscuridad. Saben que Jesús ha dicho: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn.3,19-21).
Pero esta encantadora movida infantil no se detiene ni ante la cuesta de enero, pues el domingo, día 27, se celebra la Jornada de la Infancia Misionera. La misión, por ser cosa seria, no es sólo de los adultos; los niños son también “protagonistas y promotores, acreditados valedores del Espíritu que anima el envío misionero”.
Los niños misioneros han hecho posible la realidad de la Obra misional de la Infancia Misionera, iniciada hace 170 años por un obispo francés, impresionado de lo que contaban los misioneros que regresaban de Oriente sobre la dramática situación en que vivía la población y, especialmente, los niños. La Obra de la Infancia Misionera se propone sembrar en los niños la semilla de la inquietud misionera y la solidaridad con los niños que todavía no conocen a Jesús y que tienen tantas necesidades materiales. Han sido incontables los hospitales, orfanatos, centros de salud y escuelas que sean se han levantado con la generosidad de los niños misioneros.
En los últimos cinco, los niños españoles han vivido con la imaginación y con el corazón una preciosa aventura: recorrer de la mano de la Iglesia los cinco continentes para ir al encuentro de Jesús con los niños de allá. El itinerario ha tenido etapas fascinantes: “buscar a Jesús”, “encontrarle”, “seguirle”, “hablar de él”.
Ahora toca unirse a todos los niños de Europa para “acoger a los de otros continentes como lo hizo Jesús. Los niños que han tenido la gracia de encontrar a Jesús han vivido una experiencia admirable que les ha ensanchado el corazón hasta hacerles capaces de iniciar con otros niños relaciones de amistad, sea cual sea el color de su piel o su raza.
Es lo que expresa el cartel de la Jornada: cinco niños, encabezados por Jesús, se abrazan entre sí, abrazando así la esfera de la tierra. De Jesús brotan rayos que iluminan el mundo. Los niños, en corro, parecen bailar una danza de alegría: la alegría de saber que todos somos hermanos.
Con todos los niños de la Diócesis, quiero pedirle a Jesús, luz del mundo, que nos dé fuerzas a todos los diocesanos para amar cada vez más y mejor, que alargue nuestras manos para abrazar a todo el mundo, que abra bien nuestros ojos y nuestros oídos para percibir las necesidades y las voces de los millones de niños que nos gritan desde su pobreza, su dolor y su oscuridad. Que, en esta Jornada misionera, Jesús abra nuestro corazón a la generosidad.

Con mi afecto y bendición
+Ciriaco Benavente Mateos
Obispo de Albacete

domingo, 6 de enero de 2013

SIGAMOS A LOS MAGOS


SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA     

Levantémonos, siguiendo el ejemplo de los magos. Dejemos que el mundo se desconcierte; nosotros corramos hacia dónde está el niño. Que los reyes y los pueblos, que los crueles tiranos se esfuercen en barrarnos el camino, poco importa. No dejemos que se enfríe nuestro ardor. Venzamos todos los males que nos acechan. Si los magos no hubiesen visto al niño no habrían podido escaparse de las amenazas del rey Herodes. Antes de poder contemplarlo, llenos de gozo, tuvieron que vencer el miedo, los peligros, las turbaciones. Después de adorar al niño, la calma y la seguridad colmaron sus almas...

    ¡Dejad, pues, vosotros también, la ciudad sumida en el desorden, dejad al déspota comido por la crueldad, dejad las riquezas del mundo, y venid a Belén, la casa del pan espiritual! Si sois pastores, venid y veréis al niño en el establo. Si sois reyes y no venís, vuestra púrpura no os servirá de nada. Si sois magos, no importa, no es impedimento con tal que vengáis para presentar vuestra veneración y no para aplastar al Hijo del Hombre. Acercaos con espanto y alegría, dos sentimientos que no se excluyen...

    ¡Postrándonos, soltemos lo que retienen nuestras manos! Si tenemos oro, entreguémoslo sin demora, no rehuyamos darlo...Unos extranjeros emprendieron un tan largo viaje para contemplar a este niño recién nacido. ¿Qué excusa tenéis para vuestra conducta, vosotros, que os echáis atrás ante el corto camino de ir a visitar al enfermo a al prisionero? Ellos ofrecieron oro. Vosotros dais pan con harta tacañería. Ellos vieron la estrella y su corazón se llenó de alegría. Vosotros veis a Cristo en una tierra extranjera, desnudo ¿y no os conmueve?

San Juan Crisóstomo (c.345- 407), presbítero en Antioquia, obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia, Padre de la Iglesia Oriental
Homilías sobre San Mateo, VII,5